martes, 2 de marzo de 2010

Ah, putrefacción

Todo empieza y todo acaba. La decadencia corporal constante nos acecha en cada esquina, con la atenta mirada del sigiloso Segador de Espíritu esperando su deliciosa oportunidad. Según éste enlutado ser, la vida es como una cerilla, prende con un luminoso fulgor, y la llama va menguando hasta no quedar más que una estela de humo que se desvanece en la nada.

Si logra encontrar la oportunidad adecuada, no dudará un instante en sesgar el fino hilo del que pendemos sin ser conscientes. El Segador no conoce amigos, ni le afectan las simpatías. Le encanta el olor a putrefacción.

Tiene permiso a cualquier fiesta, aunque nunca porte invitaciones, siempre en pie, con calma, termina de hablar el último. No hay alegría ni dolor en lo que dice. Su expresión es sencilla, simple. Vistas canas o juegues en el patio de atrás, siempre acabará dirigiéndose a ti para saludarte. ¿Entonces es simpático? Tampoco importa, pero creo que le cuesta integrarse, pues poco duran sus contactos sociales.

El día que caminemos a su lado, no podremos llevar mas que unas pocas cosas junto a nosotros. No serán ni nuestras pertenencias, ni el dinero acumulado. Seamos ricos o pobres, nos atenderá educadamente con la misma gélida sonrisa haciendo que os vacieis los bolsillos.

Somos tan solo unos bonitos seres en constante proceso de descomposición. Sonreíd, pues pese a esa desagradable verdad, no parecéis llevarlo tan mal. A algunos se os ve hasta felices. ¡Ja!

Recuerda a tan solo un puñado de buenas compañías o seres especiales, pues es lo único que te seguirá al atravesar el abismo.

Ah, putrefacción.

1 comentario:

  1. La verdad es que somos seres que nos deterioramos fácilmente con el tiempo, a pesar de todos los tipos de investigaciones que intentan atrasar ese proceso.
    La idea de que alguien sea el que vaya consumiendo nuestra alma me recuerda a un juego de la PSX llamado Soul River, cuyo protagonista es un antiguo vampiro, que ahora tras siglos de descomposición en un vórtice de agua que le quema hasta lo más profundo, termina por ser un devorador de almas.

    ResponderEliminar