martes, 9 de noviembre de 2010

Jugador

En una fria noche de otoño, llendo en tren a ninguna parte, me encontraba leyendo a Groos. Alcé la vista y ví a un caballero de cabellos revueltos que lanzaba una moneda al aire una y otra vez. Los dos estabamos demasiado cansados para dormir.

Desvié mi mirada hacia la oscuridad imperante al otro lado del cristal de mi ventana hasta que el aburrimiento me superó. Entonces el caballero se dirigió a mi:

-Hijo, después de haber leído las caras de la gente, me siento un poco mas sabio. Me he dado cuenta de las cartas que llevan las personas por su forma de sostener la mirada -hizo una pausa- y si no te molesta que te lo diga, puedo observar que no llevas ases. Por un trago te daré un consejo.

Le pasé mi petaca y aquel señor bebió. Parecía que la noche moría lentamente.

-Si vas a jugar -comenzó finalmente- tienes que empezar a jugar bien. Tienes que saber cuando aguantar la mirada, cuando doblar, cuando pasar y cuando correr. Cuando estás sentado nunca cuentes tu dinero, hazlo únicamente cuando el juego haya terminado. Todo jugador sabe que cada elección cuenta, y que para poder sobrevivir el secreto es saber que carta tirar y que carta guardar. Ten ésto en cuenta muchacho: en cada mano hay un ganador y un perdedor.

Cuando terminó de hablar me pasó la petaca, y se volvió hacia su ventana. Apretando su moneda en la mano se fue a dormir en silencio.
* * *
Con un pie en el andén y otro aún en la puerta del tren observé como amanecía. Ese horizonte anaranjado me sirvió como tapiz para colgar esas extrañas palabras que el "gambler man" me había dado.

Con el sol naciente frente a mi, me ajusté la bufanda y me dirigí hacia algún lugar sin nombre.

"La suerte baraja las cartas y nosotros jugamos".

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